La educación según Milei, cómo llegamos hasta acá y qué pedagogía para enfrentarla

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La educación según Milei, cómo llegamos hasta acá y qué pedagogía para enfrentarla

 

Por Federico Puy, docente Normal 5 y secretario de Prensa Ademys

 

Mucho se está hablando, luego del resultado electoral, de las ideas educativas del candidato libertariano Javier Milei, con eje en el proyecto de vaucherización que, para decirlo así nomás, es el financiamiento por parte del estado de la demanda y no de la oferta generado la libre competencia entre escuelas públicas y privadas para atraer la mayor cantidad de “clientes”.

Su propuesta se fundamenta en la “esperanza” que con un bono otorgado por el estado cada familia podrá elegir libremente a qué escuela concurrir y que esto es garantía de “calidad”. Lo que nadie dice es de cuánto sería, ni de dónde saldría el dinero, ni qué relación tiene con el actual ajustado presupuesto educativo. Esta propuesta no hace más que naturalizar, perpetuar y profundizar las ya profundas desigualdades sociales y avanzar en intentar generar mayor dualización del sistema educativo favoreciendo a las privadas.

 

Sobre la propuesta educativa del candidato de La Libertad Avanza, múltiples especialistas de diferentes rangos políticos opinan que es inviable (nunca está mal mostrar los límites y no solo las potencialidades) pero lo hacen desde un ángulo contradictorio: hablan de la imposibilidad de aplicar la vaucherización centralmente por la estructura del sistema educativo argentino respecto a las herencias en las leyes educativas a esta parte, donde la escuela pertenece a las provincias. Esta estructura de “24 sistemas educativos” y un ministerio de educación nacional “sin escuelas” es herencia de diferentes gobiernos que aplicaron o mantuvieron reformas neoliberales desde Onganía, pasando por la última dictadura militar y el gobierno que más le gusta a Milei, el de Carlos Menem y que ningún gobierno revirtió. De esto nadie se hace cargo y es una herencia que tiene peso en la educación Argentina.

 

Mucho se compara con fenómenos de las “nuevas derechas” a nivel internacional. Pero, como toda comparación, todas encuentran límites y similitudes. Haciendo un paralelismo con su par brasilero Jair Bolsonaro, el argumento de ataque central por el cual hay que cambiar el sistema educativo argentino a un sistema de voucher, es lo ideologizadas que están las escuelas con docentes “adoctrinando” niños, niñas, adolescentes y jóvenes universitarios con ideas progresistas, socialistas y comunistas. En el Brasil de Bolsonaro (destacando las diferencias entre ambos sistemas educativos) la cuestión central pasó por pelear una concepción de “escuelas sin partido”, contra el adoctrinamiento de docentes que leían a Paulo Freire, ocultando o mandando a guardar los libros del pedagogo brasilero y atacar las fuertes injerencias de contenidos de género, ambiente, historia y filosofía, entre otros, combinada con reformas estructurales.

 

Este ataque, combina un intento de cambio “estructural” del sistema educativo (según la relación de fuerzas) allanando el terreno con una especie de batalla cultural por derecha recreando y peleando cierto sentido común (sobre las falencias y contradicciones de la propia educación pública). Cabe recordar, que si queremos encontrar alguna similitud un camino puede ser la educación en Carlos Menem, que tardó varios años en allanar el camino a las reformas educativas y fueron duramente resistidas por las comunidades educativas.

 

Esta ideología que reparte Milei profundiza un sesgo bien marcado en clave autoritaria donde los estudiantes deban acatar el orden impuesto por las autoridades sin libertad de pensamiento, sin críticas, combinada con una serie de cuestiones donde la ciencia sea una mera herramienta instrumental (y su correspondiente ataque al Conicet) y directamente determinada por el mercado, medida abstractamente por el valor (por ende la sesga y termina en oscurantismo) o donde sean erradicadas las “ideologías de género” y los temas ambientales como el cuidado de los bienes naturales comunes  o el problema del calentamiento global, donde la educación sexual integral adquiera una perspectiva conservadora a cargo de la familia, se inculque el respeto por la propiedad privada o abolir el lenguaje inclusivo o pelear el balance de la última dictadura militar en clave negacionista. Hace muy poco vimos otra muestra de la candidata a vicepresidenta de Milei, una negacionista que publicó un video de estudiantes de la escuela Juan B Justo con una bandera del cooperativismo, que ella confundió con la LGTB y unió con las banderas mapuches en las escuelas del Sur, para denunciar adoctrinamiento. Un disparate del que tuvo que pedir disculpas.

 

Estos ataques no solo condicionan la escuela a “futuro” en lo que podríamos imaginar como un posible gobierno de Milei, sino que son debates de actualidad en las escuelas públicas con una corriente de opinión que tiene cierto peso, generada por años de debates sesgados y reduccionistas, que influye a las familias, a los estudiantes y a las y los docentes. La enorme división que hay entre los docentes, estudiantes y familias, es un gran logro de las clases dominantes.

 

Combinado con estos ataques, el economista y primer candidato a diputado de Milei por Buenos Aires “Bertie” Benegas Lynch declara que “La educación tendría que ser un negocio. Si se trata como un derecho, sonaste” y esto tiene sentido con su ideología ya que

cuando decimos que Milei quiere una educación ligada totalmente al mercado es atacando a la educación como derecho social atacando lo público. Una educación, que cabe aclarar, es parte de la formación de la mano de obra en el sistema capitalista y que en ese sentido es un servicio, un plus que el Estado financia sacándole el peso para evitar que las patronales tengan que pagar por la formación de las familias de sus trabajadores. Al formar la mano de obra por distintas vías o por educación general, por cultura general o por educación específica, por formación profesional, por lo que sea, pensándolo desde los conceptos de K. Marx, decimos que aporta valor a la mercancía fuerza de trabajo. Esto es claramente un ahorro que hacen los capitalistas y delegan en quienes administran y garantizan sus ganancias, el Estado.

 

¿Cómo llegamos hasta acá?

 

Ahora bien, siendo críticos de la pedagogía actuante en esta época, donde existe una educación para cada circuito del propio capital y donde es el mismo mercado quien va actuando con sus gobiernos para que haya una educación al servicio de los intereses de los grandes empresarios, con ideas centrales como el emprendedurismo, la meritocracia y otros valores, la política del Milei se monta sobre lo que no se dice desde los sectores progresistas: que lo que está en crisis es el proyecto educativo de la clase dominante, es decir, la dirección ideológica, política, moral y económica de la clase burguesa que “prometía” una educación pública y a la escuela como un camino al igualitarismo y el ascenso social. Estas promesas “igualitaristas” entran en contradicción con una escuela que no sólo reproduce las desigualdades capitalistas, sino donde también hay un trabajo ideológico para naturalizar la sociedad dividida en clases sociales y justificar la existencia misma de esas desigualdades. Una escuela que, ante una aguda crisis social y económica, le dice a las y los estudiantes que todos son iguales pero los prepara para la desigualdad. Es momento de chocar contra esos «sentidos comunes» por izquierda.

 

Esto se combina con hilos y continuidades de las políticas neoliberales. Lo que se profundiza, luego pandemia y del FMI es, por un lado, es una educación estatal cada vez más degradada y precaria y, por otro lado, una educación privada que se desarrolló como un gran nicho de mercado y especulación donde concurren las y los hijos de los sectores más acomodados de la población o de las barriadas donde viven franjas de los trabajadores con mejores salarios. Esta fragmentación del sistema educativo ha acompañado la precarización creciente de la fuerza de trabajo y la marginalización de sectores crecientes de la población, impuesta particularmente a partir de la década de los 90 y continuado por el gobierno de Massa, Alberto y Cristina.

 

Esta “mínima” del estado, un “estatalismo blando” de Unión por la patria, explica algunas de las causas del factor Milei con un malestar por la pésima situación económico-social de los últimos años y mucho discurso sobre que el Estado te salva y poca realidad sobre esa afirmación para muchas personas. Un rechazo a lo que Nancy Fraser llamó “neoliberalismo progresista”: nosotros podríamos traducir en discurso de escuela pública y ajuste económico y presupuestario, un puente directo y una conexión de un discurso individualista y meritocrático con la realidad de muchas personas que dejadas a su suerte en trabajos precarios con estudiantes de secundaria debatiéndose entre salir a pedalear para Pedidos Ya y llevar un plato de comida a su familia o ir a la escuela.

 

Si tan solo tomamos alguno de los últimos datos señalados en el informe de Argentinos por la Educación sobre presupuesto, desde 2006 cuando fue sancionada la Ley de Financiamiento Educativo hasta 2020 (último año con estadísticas), solo en tres años se cumplió con la meta que llevaba a invertir 6% del PBI: 2009, 2013 y 2015. En el resto de los años las metas no se cumplieron y el 68,4% de la desinversión ocurrió en cuatro años: en 2010 y entre 2018 y 2020. En 2019 se dejó de invertir 841 mil millones de pesos, actualizados a 2022 (el 22,6% del total de la deuda). En 2018, 751 mil millones (el 20,1%); y en 2020, 570 mil millones. El desentendimiento sobre el financiamiento se traduce hoy, en que a lo largo de estos 15 años se fue acumulando una deuda del Estado con la educación que asciende al equivalente al 5% del PBI de 2020.  Otro informe proporcionado por ACIJ, muestra que en los últimos cinco años los recortes presupuestarios y la subejecución en la partida de Fortalecimiento Edilicio de Jardines de Infantes llevó a que de 7.343 aulas proyectadas solamente se hicieron 927. Ni bien asumió Massa se recortó un 36 % del monto asignado y en el presupuesto 2023 se redujo otro 35 % más.

 

Este vaciamiento de la escuela pública, desde donde se monta el discurso libertario, pero también de Juntos por el Cambio, es sobre la base de una red extendida de escuela pública donde no solo existe la escuela como “depósito” de niñas, niños y adolescentes (para que sus familias vayan a trabajar y allí los capitalistas se ahorran la tarea educativa) sino que también existe un vacío de la educación pública ante la falta de un plan burgués de conjunto dada la crisis orgánica del capitalismo argentino. Hay una tendencia a que sectores específicos del capital se «apropien» de escuelas para imponer sus planes según las distintas necesidades de esas empresas: las grandes industrias en la Provincia de Buenos Aires, el comercio y el campo en el interior, el extractivismo en las provincias. En Ciudad de Buenos Aires, se combina con una creciente extensión de las escuelas privadas y el comienzo en algunas escuelas públicas de las pasantías obligatorias y gratuitas (ACAP) y la enseñanza del uso de billeteras financieras, que nutren de mano de obra barata y flexible a empresas como Rappi, una fábrica de sándwiches o empresas ligadas al sistema financiero de grandes bancos, entre otros.

 

Otro capítulo aparte, es el el rol de la burocracia sindical de CTERA, que siendo ministros sin cartera del gobierno de Alberto desmovilizó a las comunidades educativas dejando pasar ajustes a la educación y la degradación constante de la escuela. No se han siquiera pronunciado contra las recientes declaraciones de Sergio Massa o del propio Grabois, responsabilizando a las y los docentes por la situación escolar y atacando el derecho a huelga. Luego, asustan diciendo que avanza la derecha que nunca avanzó tanto como durante este gobierno.

 

Sobre la actualidad del régimen educativo, se encuentra la base de sustento de las propias ideas de Milei y de como cala también en los propios concurrentes de la escuela pública.

 

En defensa de la escuela pública, bajo una pedagogía crítica de la lucha de clases

 

Queda claro que no hay sistema educativo posible y viable bajo la política de brutales ajustes. La escuela hoy no va más, porque se cae a pedazos, no hay suplentes, no hay profesores de materias especiales, no hay material para enseñar. Son innumerables las carencias de contenido, de lectura y escritura, de ciencias. Ante esto, Javier Milei solo promete más ajuste. Su propuesta de voucher es una gran estafa.

 

Ante esto hay que visibilizar una cuestión. Muchos votantes de Milei están en nuestras propias escuelas. Son estudiantes, son familias, son compañeros y compañeras docentes. Tenemos que dar una pelea política pedagógica sobre otras bases. Mario Riorda recordó en Clarín un trabajo de la consultora Zuban Córdoba que revelaba que entre los votantes de Milei un 69,6% en contra de arancelar la educación pública y 64,15% en contra de derogar la Educación Sexual Integral. Sobre esta base tenemos que avanzar sobre la construcción de un programa que parta de la defensa de la escuela pública ante cada ataque reaccionario y que defendemos la mejor educación pública al servicio de las grandes mayorías, tenemos que volver a pensar la escuela desde otras bases de organización para pelear por una educación donde los verdaderos interesados en resolver la crisis educativa discutan y peleen por un plan de emergencia en base al aumento del presupuesto en forma inmediata, la pelea por un sistema único y nacional del sistema educativo, una jornada laboral con salario acorde a la canasta familiar, el no pago de la deuda fraudulenta e ilegal para que esa plata vaya para educación, entre otras medidas como construcción de escuelas en todos los niveles, becas integrales, un plan de formación docente, un plan integral de lectura y escritura, construcción de bibliotecas en escuelas y barrios, mejorar la alimentación de los chicos y las chicas, pelear por un IFE de emergencia y conseguir el máximo nivel de tecnología en cada escuela pública, con entrega de computadoras a cada estudiante y un plan de wifi gratuito en todos los barrios.

 

Pero sin dejar de lado que peleamos por una educación que sostenga una pedagogía crítica, cuestionando la transmisión desde arriba de “sentidos comunes” del mundo que naturalizan la educación como preparación para el trabajo con pasantías, con normas que de alguna forma preparan para la subordinación futura.

Necesitamos una escuela y una pedagogía que empatice con los deseos, los debates, las necesidades de las y los estudiantes. Donde el eje y el centro esté puesto en sus deseos, en sus preguntas. Pelear por una educación que esté integrada a la vida, a la lucha de clases (de los trabajadores, de género, por el ambiente) y que fomente el proceso de toma de conciencia de clase junto a la autoorganización de la comunidad educativa y pelee por otros sentidos comunes, de colaboración y cooperativismo, destacando el potencial de la clase trabajadora con sus conocimientos y el avance tecnológico, de la ciencia y las conclusiones de su experiencia de lucha. La lucha del pueblo Jujeño, como anticipo de lo que vendrá, tuvo a las escuelas y sus estudiantes junto a las comunidades originarias en primer lugar.

 

Una educación que acompañe y prepare a los hijos de los trabajadores para ser clase dirigente del conjunto de la nueva sociedad, de un orden nuevo, de una sociedad construida y dirigida de abajo hacia arriba que termine con toda explotación y opresión.

La clase trabajadora es una clase que produce el conjunto de las riquezas, que produce y hace mover todo, que bajo una sociedad socialista podría planificar la producción en unidades productivas y territoriales llamadas Soviets (o consejos) es decir un Socialismo desde abajo. Parafraseando a Karl Marx en “Crítica al programa de Ghota” lo que hay que hacer es más bien substraer la escuela a toda influencia por parte del gobierno, la iglesia y los empresarios, y es el Estado el que necesita recibir del pueblo una educación muy severa.

 

 

Agradezco especialmente la colaboración de Virginia Pescarmona y a Marisa Bolaño, Silvina Cuello, Daniel Brailosky, Dario Baldivares y Laura Garcia Tuñon quienes en entrevistas que les hice fui buscando nuevos argumentos para este necesario debate.