¿Qué es lo “nuevo” y lo “viejo” en educación? 

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Intelectuales, especialistas en ciencias de la educación, funcionarios ministeriales, políticos, periodistas,  padres, cámaras empresarias y público en general  opinan sobre las carencias y nuevas demandas de la escuela secundaria.

Poco se escuchan las voces de  docentes, organizaciones sindicales y estudiantes, cuyas opiniones son tenidas en cuenta de manera fragmentaria cuando no es ignorada, relativizada o desacreditada.

Los cuestionamientos más frecuentes se centran en la alta tasa de deserción y repitencia, la falta de competencias y saberes, etc.  Es común escuchar que la escuela secundaria no responde a necesidades del pasado y que la inclusión ha cambiado sus parámetros, desafíos que la escuela actual no estaría en condiciones de resolver. A estos argumentos se agregaría la falta de formación docente para enseñar en estas nuevas realidades, problemática que, supuestamente el macrismo estaría enfrentando mediante una evaluación docente y capacitaciones desarticuladas de todo contacto con la formación docente inicial y conveniadas en instituciones privadas ligadas al poder.
El énfasis puesto en resultados sesgados, sin analizar seriamente causalidades implica diagnósticos tan desacertados como ineficaces. Esa es la causa por la que la mayoría de las políticas de mejora de la enseñanza y la calidad educativa no han podido revertir un solo índice de las estadísticas: su inutilidad se debe, en parte a la unilateralidad con que se analizan los problemas: a diagnósticos parciales, medidas parciales y resultados parciales. 
Pero esto no es obra de la casualidad: una aparente falta de definiciones sobre qué tipo de educación deberían tener hoy los jóvenes y qué es lo nuevo o lo viejo en educación oculta intencionalidades que no deben pasarnos desapercibidas. Su objetivo no es ingenuo: estigmatizando las curriculas y contenidos escolares actuales como “desactualizados” se oculta que, en realidad, se está imponiendo una reforma curricular que licua la formación disciplinar y limita la formación a trayectos prácticos.  ¿Es esto lo “nuevo” en la Nueva Escuela Secundaria?
Las críticas a la organización escolar como “anticuada” y “rígida” ocultan políticas de desescolarización, reducción de carga horaria de ciertas materias y cursada virtual, animando planes como “Terminá el Secundario” donde la ausencia del aula y el aprendizaje individual, sin constatar ni compartir con pares, es publicitado por el macrismo como una gran innovación. Cabe aclarar que se trata del traslado a nivel nacional de “Adultos 2000” plan a distancia que la Ciudad viene implementando desde gestiones anteriores; sus resultados (medidos en los parámetros oficiales de terminalidad) son bastante magros. En ese caso, las estadísticas no han sido tomadas en cuenta, lo que reafirma el uso arbitrario que desde el poder se hace de las mismas.
Según varios opinólogos mediáticos la “vieja escuela” no puede dar respuesta las “nuevas demandas” debido a su falta de diálogo con la sociedad y democratización de la estructura escolar. Como única prueba presentan cifras de deserción o pruebas estandarizadas internacionales. Políticos y funcionarios se hacen eco de esos análisis, pero ponen en práctica políticas que  profundizan estas causalidades.
Desde Ademys estamos convencidos de que el diálogo con la sociedad y la democratización del sistema educativo son tareas valiosas y pendientes, pero nos alarma la deshonestidad intelectual de aquellos que disocian sus análisis de las condiciones materiales en que se desarrolla la cotidianeidad escolar.Omiten el lugar marginal que nuestra sociedad le da al conocimiento, a la lectura, a la reflexión, al trabajo colectivo. Omiten las condiciones en que se desarrolla la enseñanza- aprendizaje. Omiten el progresivo  vaciamiento de los institutos de formación terciaria. Omiten la cantidad de horas que debe trabajar un docente para acceder a un sueldo. Omiten la responsabilidad de las políticas gubernamentales en este proceso.
Omiten datos sobre niveles de  pobreza, cuestión a privilegiar cuando hablamos de posibilidades reales de Diálogo, Democratización de la Educación y Condiciones para el aprendizaje. Omiten la cifra más importante: que 6 millones de jóvenes en la argentina viven en hogares que no cubren el valor de una canasta básica. Es desde allí que debe comenzar todo análisis. El estrecho vínculo entre Crisis  Social y la Crisis Educativa no puede ser omitido al momento de iniciar cualquier diagnóstico y prácticas  pedagógicas encuadradas en un proyecto educativo, que jamás está disociado en un proyecto de país.
Desde Ademys seguimos apostando al diálogo, a la democracia y a la reflexión colectiva. Es en la construcción colectiva donde se puede efectivizar cualquier democratización de la sociedad. La escuela y el aula son los espacios privilegiados desde donde comenzar. Si la escuela secundaria necesita cambios, no es limitando su actualización a una reforma que empobrece los planes de estudio, recorta y suprime orientaciones, reduce, amontona y distorsiona contenidos específicos que se reformulará la “Nueva Escuela”.
¿Qué escuela para qué modelo de sociedad? : ESA es la definición desde donde se debe comenzar.


Susana Colli- Secretaria de asuntos pedagógicos. Ademys
Manuel Gutiérrez- Secretario de Cultura. Ademys