Sobre la extensión de la jornada escolar

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A principios del mes de abril, el Ministro de Educación nacional, Jaime Perczyk, anunció la extensión en una hora reloj de la jornada escolar para las escuelas primarias de jornada simple de todo el país, instaurando como mínimo cinco horas de clase por día.

Más allá de cierto sentido común y la instalación mediática del tema, el propio Estado tiene escasa evidencia de que esta medida, per se, mejore las condiciones educativas a nivel del sistema y en relación al impacto en los alumnos y sus rendimientos académicos a lo largo de su escolaridad.

Es insoslayable que hay diversas variables que atraviesan el tema, desde las necesidades laborales de los adultos con hijos menores a cargo y las facilidades que supone una escolaridad de JC; las representaciones más de sentido común respecto a que más tiempo de clases supone mejores aprendizajes; el acceso, a través de la JC, a una mayor diversidad de propuestas educativas y recreativas, así como al servicio de comedor, entre otras.

Del otro lado, también existen ciertas resistencias por parte de las familias a que los chicos estén tanto tiempo en la escuela y la priorización de otro tipo de actividades que pudieran realizar a contraturno, y los posibles tiempos “muertos”, sin enseñanza sistemática de los contenidos específicos de cada área.

En este sentido, el informe La ampliación de la jornada escolar en perspectiva. Estudio sobre la situación de la jornada extendida y completa en el nivel primario de Argentina, de diciembre de 2016, elaborado por la Dirección Nacional de Información y Estadística Educativa (DINIEE) establece lo siguiente:

“(S)e ha advertido sobre el bajo o nulo impacto que la extensión del tiempo escolar tendría en el nivel de aprendizaje (Llach, 2008), lo que ha llevado a tematizar la naturaleza de la propuesta pedagógica que enmarca la extensión del tiempo escolar y las actividades que en ella se desarrollan. Por otra parte, se ha señalado que el mayor tiempo de enseñanza permite verificar mejoras en los aprendizajes, pero muy modestas, en contraste con el gran incremento de recursos que requiere su instrumentación, destacándose la posibilidad de implementar acciones alternativas a la ampliación del tiempo escolar que podrían lograr resultados equivalentes (Veleda, 2013). En cualquier caso, se trata en general de estudios de correlación que buscan relaciones estadísticas entre el tiempo escolar y los resultados medidos por pruebas estandarizadas de aprendizaje, las cuales capturan solo una parte de los resultados que se desprenden de los objetivos que persigue la extensión del tiempo escolar según la LEN.” (DINIEE, 2016, pp. 12-13)

Ninguna grieta

En la cuestión de la extensión en cantidad de días y tiempos de cursada, parece no haber, en términos generales, ninguna “grieta” en el arco político gobernante. Cabe preguntarse: si no hay diferencias de opinión en relación a la extensión de la jornada escolar, siendo la jornada completa la más indicada para mejorar las condiciones educativas de los niños, en la opinión del personal político del Estado, ¿por qué no se avanza en esa dirección, en vez de anunciar “parches” de difícil implementación?

La respuesta parece tan sencilla como decepcionante: porque para que existan más escuelas de jornada completa, el Estado debería invertir en la construcción de más edificios escolares y más que duplicar los cargos docentes. Lo que el gobierno nacional y los gobiernos provinciales hacen es lo contrario: con los mismos edificios escolares pretenden incrementar las horas de cursada. La maniobra del Ministro Perczyk, es tan elemental que se deja ver a simple vista: anuncia la extensión de la jornada escolar, pero sin ningún tipo de inversión en construcción de edificios escolares, nombramientos docentes y no docentes o servicio alimentario.

El anuncio parece cumplir más una necesidad política del gobierno nacional de mostrarse ante la opinión pública con alguna iniciativa que entienden tendría consenso social. Esto, luego del fracaso de la llamada “continuidad pedagógica” durante la pandemia por el Covid-19, y de la traumática salida del polémico ex Ministro Nicolás Trotta, quien se enfrentara sin éxito a su par porteña, Soledad Acuña en la “vuelta a la presencialidad”. El gobierno nacional estaría tomando la agenda del Jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta, aunque sin mucho éxito por lo difuso del propio anuncio.

Esta medida es de difícil implementación por las condiciones de los edificios escolares en su disponibilidad y medidas necesarias para su uso extendido; por las condiciones climáticas de cada provincia, sobre todo en los meses más fríos del año; por la inviabilidad de extender en una hora la jornada laboral docente de forma compulsiva; y por la logística familiar que permita llevar los chicos a las escuelas a las siete de la mañana, así como la propia viabilidad de que sea sostenible por parte de los chicos, especialmente los de los primeros años de la escolaridad primaria, sobre los cuales podría impactar negativamente en su capacidad de aprender en tanto saldrían de sus casas de noche  y  con menos horas de descanso, entre otros factores.

Por su parte, la inversión extra de unos 18.000 millones de pesos por parte del Ministerio de Educación nacional, parece arbitraria y escasa. No ha aclarado el Ministro Perczyk de qué tipo de inversión se trata, si será suficiente, de qué análisis de las necesidades de cada jurisdicción se desprende que esa inversión es la que requiere la extensión de la jornada escolar anunciada.

 

Una fórmula que ya existe en la Ciudad de Buenos Aires

En la Ciudad de Buenos Aires, la implementación de la Jornada Extendida (para 6to y 7mo grados de las escuelas primarias de JS y 1ero y 2do años del nivel medio) fue en los últimos años la mayor incorporación de escuelas y alumnos a la cobertura de esta variable en cantidad de horas de escolarización. Sin embargo, sería una tergiversación enorme concluir que esa medida ha mejorado desde su implementación los aprendizajes de los estudiantes que finalizan el nivel primario y comienzan el nivel medio.

Jornada Extendida en la Ciudad de Buenos Aires se asienta sobre la precarización laboral y salarial de los trabajadores a cargo. Docentes por fuera del Estatuto, sin derecho a la estabilidad laboral, sin el régimen de licencias estatutarias, con salarios por debajo de lo establecido para los docentes del sistema formal y una relación laboral profundamente precaria donde el más mínimo atisbo de organización gremial es respondido con despidos masivos por parte del gobierno.

 

Los espacios que utilizan las horas de JE en CABA son los mismos que utilizan las escuelas en los distintos turnos; es decir, hay una superposición de los usos de los espacios, ya que los alumnos en JE comparten el mismo edificio escolar que los chicos que cursan en los turnos respectivos. Para paliar parcialmente esta situación, se combina con el convenio con clubes y otros espacios barriales, que tienen como común denominador la total ausencia de inversión en la construcción o ampliación de los edificios escolares.

La oferta curricular específica de JE combina algunos contenidos de enseñanza de las áreas fundamentales del nivel primario (matemática y prácticas del lenguaje) con actividades recreativas, deportivas y artísticas. Cabe aclarar que todas estas propuestas están por fuera de la articulación real de los contenidos de enseñanza y las modalidades de trabajo que sostienen las escuelas primarias y medias en sus trayectos formales de enseñanza y cursada. Se trata de una propuesta que paraleliza el sistema formal, con decisiones didácticas y curriculares que se toman fuera de las escuelas.

Es decir, se trata de una oferta educativa precaria desde el punto de vista laboral, salarial, educativo y presupuestario. Tan es así, que el gobierno de la ciudad comenzó estableciendo la jornada extendida como optativa para los alumnos, pero ante la falta de participación de buena parte de la matrícula, pasó a establecerlo como obligatorio.

Todo indicaría que los anuncios del Ministro Jaime Perczyk, tiene como orientación aquello que en la Ciudad de Buenos Aires ya existe: una “mejora” en los índices de cobertura, sin la inversión necesaria y asentada en la precarización laboral docente y en el empobrecimiento de la oferta educativa.

El alcance de la jornada completa o extendida en las escuelas del país

Los datos que el propio Ministro Perczyk, mencionó en su anuncio, coinciden con los datos provistos por el informe de la DINIEE anteriormente citado: la cobertura de escuelas de jornada completa o extendida alcanza sólo al 14% de los alumnos de nivel primario del país y al 22% de las escuelas.

Este cuadro expresa de forma indisimulable el fracaso del objetivo trazado en 2006 con la Ley Nacional de Educación, que en su artículo 28 establece que: “Las escuelas primarias serán de jornada extendida o completa con la finalidad de asegurar el logro de los objetivos fijados para este nivel por la presente ley”.

Pero si se mira el detalle de cada jurisdicción, el cuadro se complica porque abunda una enorme asimetría en la cobertura de la escolaridad completa o extendida. Las provincias con más alta cobertura de jornada completa y extendida (en 2015) son Tierra del Fuego (61% de alumnos), Córdoba (44%), CABA (39%) y Río Negro (25%). En contraste, las jurisdicciones con menor cobertura de escuelas de JC o JE en relación a los alumnos alcanzados son Santiago del Estero, Corrientes y Santa Cruz (las tres provincias con una cobertura que alcanza al 5% de los alumnos).

Una conclusión evidente es que, de mantenerse la descentralización del sistema educativo, con un Ministerio de Educación Nacional que se desentiende del sostenimiento de los edificios escolares, los sueldos y todo lo que implica en términos de gastos de capital y corriente la ampliación de la oferta educativa, el impacto de las medidas rimbombantes será relativo.

 

Precisando aún más, el dato arrojado por la DINIEE respecto del alcance de la cobertura de jornada completa o extendida al 14% de los alumnos de nivel primario del país, esconde un dato que debe analizarse. En términos de escuelas, la cobertura alcanza al 22% que ofrecen JC o JE; esto porque no todo ese 14% de alumnos asiste verdaderamente a escuelas de jornada completa, sino que se dividen en escuelas de jornada completa y escuelas de jornada simple que cuentan en algunos tramos de la escolaridad la extensión de la jornada, pero compartiendo espacios de las propias escuelas de JS. El peso de una y otra modalidad en el conformado general es del 50% (la mitad de ese 22% de escuelas o del 14% de alumnos del país son de JC y la otra mitad de JE).

Es decir que si se toma estrictamente cuántos alumnos de nivel primario del país asisten a escuelas de jornada completa, estamos hablando de alrededor del 7% del total. Una estafa.

Es evidente que existe una gran presión mediática y de un sector considerable de la clase capitalista para asegurar una escolaridad extendida a los alumnos de todo el país. Pero la propia desinversión en materia educativa y los frecuentes ajustes presupuestarios, la tornan en una realidad cada vez más lejana, si uno se ajusta a las verdaderas necesidades del sistema educativo.

Gabriela González

Secretaría de Asuntos Pedagógicos