La UNICABA ataca de nuevo

0-Destacados 3-Nivel Terciario 3-Unicaba

El próximo 4 de septiembre, el nombrado rector de la UNICABA había citado a les rectores de las Escuelas Normales e Institutos de Formación Docente para informar del avance de la “universidad” PRO. Una vez más, de forma irrespetuosa y unilateral, a pocas horas, el rector electo por el ejecutivo porteño, suspendió la reunión. Desde la Comisión de Terciarios de Ademys, reafirmamos lo que “los 29” gritamos con claridad desde la presentación del proyecto en noviembre de 2017: NO A LA UNICABA.

Al mismo tiempo, compartimos nuestra profunda preocupación ante el avance de prácticas y lógicas propias de la concepción general de la UNICABA –que no es otra que la orientación de los organismos internacionales, en especial del Banco Mundial- que están desplegándose en nuestras instituciones desde el inicio del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO), y muy especialmente desde la finalización del receso de invierno.

La nueva táctica del GCBA: el viejo “divide y reinarás”

Cuando a fines de 2017 el gobierno del PRO / Cambiemos, ensoberbecido por el triunfo en las elecciones nacionales de medio término, presentó ante los medios la disolución de las escuelas normales y de los institutos de formación docente, nos pusimos en pie de guerra. Como nunca antes en la historia de nuestras instituciones, protagonizamos un intenso proceso de organización que unió a docentes y estudiantes y que logró una fuerte coordinación entre los “29” institutos de formación docente de CABA. La lucha logró que el gobierno porteño tuviera que retroceder. Producto de la intensa movilización contra la UNICABA, pero también del rechazo general a la reforma previsional, la apuesta a una aprobación exprés se convirtió, en una aprobación un año más tarde y con una deslegitimación social y pedagógica contundente. El plan original de disolución de nuestras escuelas para subsistir (algunas) como “sedes” de la UNICABA fue transformado en la creación de una universidad que “no competiría” con nuestros profesorados.

Desde entonces, el gobierno PRO de Larreta extrajo conclusiones y se dedicó a cultivar la división. En términos del organigrama del Ministerio, desapareció la Dirección General de Educación Superior. Quedó, por un lado, la Unidad de Coordinación del Sistema de Formación Docente, a cargo de Emmanuel Lista (en reemplazo de Mariano Palamidessi quien fue designado rector de la UNICABA). Por otro lado, la Dirección General de Escuelas Normales Superiores y Artísticas, encabezada por Valeria Casero. También se separó la Dirección de los Institutos de Formación Técnica Superior (IFTS). Además, se ha multiplicado y dividido las reuniones entre instituciones y entre diversos actores/actrices de las mismas. En esa línea se venía, cuando llegó la pandemia.

La pandemia y la crisis como oportunidad… de la reforma

El establecimiento del ASPO en marzo de este año profundizó la fragmentación entre y dentro de instituciones. En medio de la preocupación por la crisis económica y sanitaria la consigna del gobierno nacional y del gobierno de la ciudad fue “seguimos educando”, “sólo” que ahora en “forma remota”. Cada institución fue obligada a desarrollar su propio “plan de contingencia” y se propició la competencia entre y dentro de las instituciones.

Como enseña la historia de otras situaciones semejantes, el desorden, la angustia y la preocupación que acompañan a las grandes crisis es la oportunidad para imponer de hecho, a través de la “emergencia” y de la “excepcionalidad”, una reforma. Reforma que en condiciones normales hubiera contado con una fuerte resistencia.

En tiempo récord, y sin que el estado de la Ciudad (ni el nacional) desembolsaran un solo peso, les docentes nos vimos forzades a virtualizar nuestras materias. La emergencia redobló la invocación a los viejos lugares comunes de la entrega y del sacerdocio de les docentes; no sólo tuvimos que poner nuestros equipos y conexión, sino que nos vimos abrumades por la multiplicación, en intensidad y en extensión, de nuestra jornada laboral. Las críticas y reservas que muches tuvimos se vieron sobrepasadas por el autoritarismo de la fuerza de los hechos: algo de voluntarismo; cierta noción de solidaridad en general, más allá de las clases sociales; la falta de encuentro y espacios colectivos entre trabajadores y trabajadoras; la preocupación por estudiantes que haciendo grandes esfuerzos querían cursar, entre otros factores, limitaron los márgenes para levantar una negativa a ese avance.

Desde la mirada de las oficinas ministeriales, se interpretó que ese pasaje a la virtualidad en emergencia “demostraba” que “sí se puede” “educar” de forma remota. Y no estamos hablando de la educación obligatoria, sino de que en forma “remota” se puede formar docentes. Además, todo “por el mismo precio”: excesivas horas de trabajo, con equipos y conectividad costeados por nosotres, sin aportar ninguna plataforma adecuada. Conquistada la “virtualización” sobre la base de nuestra sobreexplotación y la expulsión de estudiantes, ya a fines del primer cuatrimestre, se avanzó un casillero más: hay que acreditar estas “cursadas remotas”. Y quien dice acreditar cursada, dice también hacer finales remotos. Y henos aquí en el inicio de este cuatrimestre discutiendo la validación de prácticas y residencia…sin la experiencia territorial de ingreso a las escuelas.

 

Educación bancaria en la era “homebanking”

El intento en curso de validar en forma separada la “teoría” y la “práctica”, o que se pueda reemplazar una experiencia de práctica reflexiva, consciente y acompañada a partir de la acreditación de ya estar trabajando, es el episodio final de todo el proceso anterior. Nos enfrentamos a una (contra)reforma educativa con todas las letras. Lo que está en juego es la pérdida de las posibilidades de construir instancias de formación crítica. El perfil de docente que estamos construyendo en esta emergencia, y que se busca consolidar, implica un retroceso de muchas décadas (y hasta siglo) de desarrollo de la pedagogía crítica, de construcción de una docencia comprometida con la realidad de la que es parte.

El pasaje de la presencialidad a la “virtualidad” ha significado un cambio profundo. Muches estudiantes han quedado fuera. Y al hacerlo, se han quedado sin voz. Así se escucha a quienes piden “zoom”, finales remotos, validación virtual de las cursadas, desoyendo el silencio de decenas y decenas de estudiantes, la inmensa mayoría mujeres, que, por no tener equipos, conexión, por estar a cargo de la casa y de hijes, han quedado fuera de la ola virtual. Resulta difícil no ver en esto el avance del cambio elitista en el reclutamiento de los perfiles docentes que promueve el Banco Mundial.

La fragmentación de las trayectorias está alcanzando niveles que ponen en cuestión la propia idea de igualdad de oportunidades en tanto ni siquiera existe el espacio de lo público donde reunirse. Esta “home-schooling” pandémico refuerza la despolitización tecnocrática de la educación contra la que venimos batallando.

Lejos de ser un mero “cambio de encuadre”, la precarización de las propuestas formativas de cada cátedra y de toda la formación de conjunto es alarmante. Hablamos de precarización porque entendemos que la noción de “recorte” no refleja total y claramente lo que está pasando. Un proceso educativo sin cuerpo o, mejor dicho, contra el cuerpo (la fatiga, las contracturas, estrés y demás enfermedades laborales se multiplican). Una fragmentación de lo colectivo que lleva a la individualización y a la privatización del proceso en el hogar. Una reducción espantosa del intercambio y del debate. Una reducción de la educación a ciertos contenidos, y de los contenidos a algunos textos.

En definitiva, el retorno de la educación bancaria que tan bien conocemos, vestida con los ropajes de novedad con la exaltación de lo tecnológico como solución a todos los males. Una educación bancaria y “bancarizante”. Acuciades por una situación económica que nos afecta a todes, asistimos a demandas de estudiantes que “exigen” no ver defraudadas sus expectativas de obtener un título. Docentes que consideran que es inadmisible que se “pierda” un cuatrimestre prefiriendo que se pierda la posibilidad de una práctica que pueda ser verdadera praxis. ¿No se parece todo esto al “facilitador” que el power de presentación de la UNICABA destacaba como flexible y adaptable? ¿No es la misma orientación de la Secundaria del (sin) Futuro?

El derecho a la educación como derecho social y como responsabilidad del Estado

En este contexto, en el que entre muertxs e infectadxs avanzan los planes de contrarreforma educativa, creemos importante salir de la dinámica frenética de la emergencia y reflexionar colectivamente. Reivindicamos como una conquista del pueblo la noción del derecho a la educación como un derecho social, que polemiza con la meritocracia, con la idea del éxito individual, de la competencia, de llegar a la meta a cualquier precio. Reivindicamos nuestra identidad como trabajadores y trabajadoras de la educación, no somos sacerdotes ni monjas. No vivimos del aire ni en el aire. No aceptamos “educar para la incertidumbre”, como pedía Esteban Bullrich, poniendo en acto la adaptación pasiva a la pérdida de derechos de nosotres y de nuestres niñes y adolescentes.

Rechazamos la política de convocarnos a una pseudo participación que maliciosamente promueve el Ministerio de Educación llevándonos a administrar el proceso de reforma, precarizando la educación y nuestro trabajo, todo por el mismo precio. La responsabilidad de garantizar el derecho a la educación es del Estado, no de les docentes – individuales. Sin conectividad ni equipos, para nosotres y para les estudiantes, sin reconocimiento salarial de la jornada real de trabajo, sin escuelas y cursos suficientes, sin becas de estudio, sin plataformas adecuadas, el Estado realiza sin fondos una reforma de hecho y persiste en la creación de la UNICABA a la que sí se destina presupuesto.

Convocamos a organizarnos en cada profesorado, en cada escuela. Necesitamos recuperar la unidad en la diversidad que nos permitió frenar la desaparición de nuestras instituciones. Por todo esto, decimos una vez más, no a la UNICABA. Y agregamos, NO AL VACIAMIENTO Y A LA PRECARIZACIÓN DE LA FORMACIÓN